Mientras analizábamos la carta del navegante Enrique Oqueli, conectando sus anécdotas con hechos contrastados durante su etapa en el Caribe, y en donde solicitaba a  su vez, su nacionalización a Castilla, insistimos en lo interesante que ha sido su etapa como marinero, bajo las órdenes del puertorriqueño Miguel Enríquez. Sirven como ejemplo,  la misión secreta a bordo de El Perla, pasando por Canarias, antes de llegar a Cádiz, o cómo es asaltado el irlandés, para finalmente pedir ayuda al Capitán español, Juan Crisóstomo de Berroa que no termina prestándosela. Es importante recordar que entre 1715 y 1718, ambos capitanes, el canario Amaro Pargo, y el vasco, Juan Crisóstomo, formaban parte de la recién creada Compañía de Honduras, que se fundó para incrementar y establecer nuevas líneas comerciales entre las diferentes poblaciones del Nuevo Mundo, y que ambos, aunque calentaron rutas contrapuestas, sí eran responsables del éxito en conjunto de tal compañía creada y financiada por el Rey.

Y, ¿quién fue Miguel Enríquez?, un Corsario mulato, nombrado Capitán de Mar y Guerra por Felipe V, que además de contar con varias condecoraciones por su valor y hazañas protegiendo las aguas españolas caribeñas, del paso de buques ingleses hacia Jamaica, prestó siempre ayuda a su pueblo, incluyendo las épocas de hambruna tras el paso de fuertes huracanes por la isla de Puerto Rico a principios del SXVIII.

Era nieto de una esclava angolana que llegaría a Puerto Rico en la primera mitad del SXVII, la cual nunca  consiguió castellanizarse, hijo de esclava y padre desconocido, aunque se sospechaba que podía haber sido un alto oficial del clérigo. Miguel Enríquez fue sin duda, un personaje adelantado a su época, no sólo por haber abordado, apresado y hundido a más de doscientos barcos  enemigos, mayoría buques ingleses, sino que por la sencilla razón de que siendo  mulato e hijo de esclavo, la humillación que se recibía por un adversario de tal condición, hacía más daño a la moral que cualquiera de sus abordajes….´

 

Las numerosas aventuras vividas por Miguel y sus tripulantes aguerridos, y todo lo bueno que ello supuso para las poblaciones de su entorno, quedaron en nada, y quizás en agua sucia,  al final de sus días. Después de comprender que era necesario dar fin a los ataques “no reglamentados” por parte  de los ingleses y holandeses a sus buques mercantes, España estaba dispuesta a impulsar también una nueva fase de reconciliación con las potencias del momento, y así ampliar y hacer florecer el comercio entre los diferentes territorios caribeños. Y para alcanzar tal objetivo, era indispensable parar las acciones vandálicas de Miguel Enríquez contra los navíos enemigos que divisara en aguas cercanas. El secretario de Estado bajo el reinado de Felipe V, José Patiño y Rosales,  se encargaría de contactar con el gobernador por entonces en Puerto Rico, Matías de Abadía, indicándole unas directrices concretas para así acabar con el poder económico y marítimo del corsario español. Se obligaba a que no continuara con sus embestidas a buques enemigos y a  cambio, las otras potencias, se comprometían a acabar con la piratería ilegal de sus paisanos.

Hay que recordar que ambos corsarios, Amaro y Miguel, compartieron una misma época y tuvieron que lidiar con los mismos gestores de la Corona por entonces. En el caso de Amaro, José Patiño  fue su gran aliado. Al canario, en su última etapa en el Caribe, y tras ofrecer su navío el Potencia a la Nueva Armada Real, ya de regreso a España, se le conmutan sus cuentas pendientes con la justicia, gracias a un informe interno preparado por José Patiño, quedando exento de culpa por haber rechazado una inspección aduanera en Venezuela años antes.

 Encontramos en la Biblioteca de la Hispanidad de Madrid, el libro de Óscar López, “Miguel Enríquez”, que aporta entre otros documentos, la carta enviada al gobernador de Jamaica por parte del Almirantazgo Real Británico. Es curioso, que este documento llega a la Monarquía de España a través de los servicios secretos de la Corona.

En ella, se insistía en la urgente necesidad de parar y contrarrestar las acciones vandálicas del “mulato” Miguel Enríquez, por el gran daño que estaba ocasionando a las comunicaciones entre los territorios ingleses. El gobierno británico, al sopesar lo difícil de tal misión, prefirió solicitar formalmente a España, el que se diera fin a la Edad de Oro de la piratería, y provocar una paz contenida alrededor de sus aguas jamaicanas  y las aguas frente a los asentamientos ingleses en el norte de Guatemala.

Ambos documentos aparecen en el libro “Miguel Enríquez”, de Ángel Lopez Cantos, Editorial CSIC – CSIC Press