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En 1718, el rey Felipe V percibió la necesidad de que España desarrollara su capacidad para fabricar velas y jarcias para su armada, en lugar de depender de los mercados bálticos controlados por ingleses y holandeses, quienes eran rivales más que aliados en la carrera de Indias y en el ámbito marítimo. Ante esta situación, la monarquía borbónica encomendó a José Patiño Rosales (1666-1736), intendente general de Marina y posterior secretario de Estado, la tarea de promover la compra de fibra española, especialmente la proveniente de Granada debido a su alta calidad.

Patiño y Rosales, José. Milán (Italia), 11.IV.1666 – La Granja de San Ildefonso (Segovia), 3.XI.1736. Estadista, político, ministro.

El Tratado de Utrecht supuso el reconocimiento de Felipe V como rey de España y de sus Indias, junto a la pérdida de los territorios europeos y las amputaciones de Gibraltar y Menorca (1713). El Rey apoyó, junto a la Reina, una política revisionista, representada en un primer momento por Alberoni con el denominado “Revisionismo Utópico”. España intentó recuperar su posición en Italia frente a las potencias europeas. Patiño participó activamente en estos proyectos, fue nombrado intendente general de Marina, presidente de la Casa de la Contratación y superintendente de Sevilla (R. D. 17 de enero de 1718).

En respuesta a esta necesidad, surgió la Real Compañía de Granada para el Comercio con América en 1747. Esta entidad, participada por accionistas locales, nacionales e incluso el rey, tenía como objetivo fomentar la siembra de lino y cáñamo, así como su transformación en lona y cuerdas. La Armada se convirtió en su cliente principal, dado el creciente requerimiento de suministros para sus buques de línea. La demanda también se disparó entre los armadores privados.

Desde los primeros años del siglo XVIII, existen numerosas referencias al aumento del cultivo de lino en diversas regiones como Granada (en los pagos de Zaidín, Arabial, Camaura, Nánjar), Armilla, Churriana, Cúllar, Iznalloz, entre otros. A aquellos que se dedicaban a este cultivo se les conocía como “labradores del cáñamo”, y se les exigía una titulación y licencia para ejercer dicha profesión.

Como consecuencia de esta expansión y la fuerte demanda de las velas para surtir los barcos de la Armada, Granada se convertiría en la provincia con mayor renta ‘per cápita’ durante aquellos años de cultivo y a la manufactura de lonas, jarcias y cuerdas.

La Armada española tenía 239 buques en el año 1797. En su inmensa mayoría –siete de cada diez– eran desplazados por velas y jarcias fabricadas en Granada.