Foto: Pablo Díaz Cobiella    Fuente:ElTime.es
Categoría: Cultura Domingo, 05 Agosto 2018 Escrito por Daniel Tovar

Desde primeras horas de la mañana de este sábado, en la capital palmera se respiraban aires de antaño. En pleno corazón de Santa Cruz un grupo de pintorescos voluntarios, ataviados con indumentarias del siglo XVI, organizaban actividades lúdicas para los más pequeños: caza del tesoro, pintacaras y manualidades. Las mismas, eran complementadas con una trepidante exhibición de slackline (cuerda floja) que asombraba a los viandantes dada la complejidad de su práctica. Mucho más si se realiza desde el campanario de la Iglesia Matriz de El Salvador.

Actividades infantiles y Slackline en la Plaza de España / Foto: Asociación Día del Corsario

Sin ir en detrimento de la ambientación creada -como antesala de lo que ocurriría al crepúsculo-, unos stand con productos artesanales y típicos de la Isla Bonita se emplazaban en la Calle Real. Así, se ponían a la venta delicias de nuestra tierra que no dejaron indiferentes a los cientos de turistas que nos visitaban, principalmente franceses, ingleses y alemanes.

Elementos de las vestimentas empleadas en la representación / Foto: Asociación Día del Corsario

Para el público quizá el Día del Corsario sea una celebración más, pero para las personas miembro de la asociación organizadora es uno de los momentos más mágicos del año. Con mucho cariño, empeño, horas y sacrificio preparan los atuendos, guiones, dinámicas y complementos durante meses. No esperan nada a cambio. Tan solo cumplir con la tradición que cinco años atrás comenzaron un par de amigos en un bar; querían rememorar una de las batallas más importantes que ha tenido lugar en la Isla, vinculada al afamado pirata francés François LeClerc, más conocido como ‘Pata de Palo’.

Barco de la Virgen, primer enclave del teatro a pie de calle / Foto: Asociación Día del Corsario

A las 18:00 horas se iniciaba la representación en la Plaza de la Alameda. Del Barco de la Virgen desembarcaban los corsarios franceses con intención de tomar la ciudad con suma violencia. Más tarde en la Plaza de San Francisco, durante el transcurso de una jornada aparentemente normal del año 1553, el legendario líder garafiano Baltasar Martín reunía a un grupo de palmeros para hacer frente a los galos. Sin embargo, las órdenes del emperador Carlos I de España y V de Alemania eran de sumisión ante el ataque. El díctamen, era acatado por el regidor, Pedro de Estupiñán, así como por el teniente Diego de Arguijo. La esposa del primero, Melchora de Socarrás, bebedora habitual, contradijo a su marido argumentando la necesidad de tomar las armas y plantar la batalla.

Desplazados a la Avenida Marítima, con los emblemáticos balcones canarios como testigos, la población palmera trató de hacer una emboscada para librarse de los invasores. Por el contrario de lo previsto, Melchora fue secuestrada y se convirtió en rehén de una batalla que todavía no había declarado vencedores ni vencidos.

Como penúltimo acto, en la Plaza de España se teatralizó el secuestro del sobrino de ‘Pata de Palo’ por parte de los palmeros, que respondía al rapto de la esposa del regidor. Una circunstancia que el teniente Diego de Arguijo aprovechó para solicitar la liberación de Melchora y la retirada de las tropas francesas. No obstante, cuando todo apuntaba a un principio de acuerdo entre ambas partes, un temperamental isleño acabó con la vida del sobrino de LeClerc.

De esta forma, aparentemente los palmeros habían dinamitado todas sus posibilidades ante las tropas galas. En cambio, un giro de los acontecimientos hizo que la agrupación capitaneada por Baltasar Martín sacara rédito a un momento de debilidad en la que los franceses estaban en estado de embriaguez para recuperar a Melchora, símbolo de la valentía de la mujer palmera, y expulsar definitivamente a los invasores.

Grupo de corsarios, flamencos, nobles y palmeros / Foto: José Fernández Arozena

Hoy sin lugar a dudas el Día del Corsario es una actividad de referencia que, sin gozar de un presupuesto desmesurado, logra congregar a cientos de espectadores en puntos clave de Santa Cruz de La Palma. En su quinta edición, este evento ha logrado, incluso, hacer obligatoria una visita a personas residentes en otras islas del archipiélago. Una acción dinamizadora ‘de libro’, si se tiene en cuenta el movimiento que genera a nivel cultural, social y económico.

Han sido necesarias ciertas dosis de ingenio y capacidad de improvisación para hacer frente a una “V”, ese número romano tan difícil de llevar en algunas ocasiones, y seguir sorprendiendo a la gente que acude cada año a una festividad que se ha ganado un lugar privilegiado en el calendario de tradiciones típicas palmeras.