José Álvarez de Abreu nace el 7 de febrero de 1688 en Santa Cruz de La Palma y fue hijo legítimo de Domingo Álvarez de Abreu, sargento mayor del ejército, y de María de Abreu y Yánez. Provenía de una familia con preocupaciones por la legitimidad y el estatus social, y desde niño fue educado en un ambiente que valoraba el orden, la autoridad y la fe.

 Huérfano a temprana edad, fue su hermano Miguel, beneficiado de la parroquia de Tijarafe, quien asumió la tutela de José y sus hermanos. El joven fue confiado a los frailes dominicos del convento de Santo Domingo, donde demostró dotes intelectuales excepcionales. Pronto se le envió a San Cristóbal de La Laguna, en Tenerife, para estudiar Latín y Filosofía bajo tutela agustiniana.

 Impresionados por sus capacidades, los religiosos y benefactores decidieron enviarlo a la península. Estudió primero en la Universidad de Sevilla y luego en la prestigiosa Universidad de Salamanca, donde en abril de 1707, con solo 19 años, obtuvo el título de Bachiller en la Facultad de Cánones. Dos años más tarde, ya en 1709, cursaba Licenciatura en Leyes en la Universidad de Alcalá de Henares.

 En 1711, se trasladó a Madrid, donde fue recibido como abogado por los Reales Consejos. Su vida profesional se centró en el estudio riguroso de las regalías de la Corona, es decir, los derechos fiscales, jurisdiccionales y económicos del monarca. Este campo se convirtió en su obsesión y su medio de ascenso.

Durante su estancia en Madrid, José Álvarez de Abreu comenzó a asistir con frecuencia a la Real Biblioteca, donde conoció al influyente fiscal Melchor Rafael de Macanaz, defensor de la causa borbónica y reformador ilustrado. Macanaz quedó impresionado por su talento, su autodisciplina y su lealtad a la causa de Felipe V, y lo tomó bajo su protección. Este patrocinio resultó clave.

 En el contexto del nuevo orden posguerra de Sucesión, fue designado en 1714 por Felipe V como Alcalde Visitador de la Veeduría General del Comercio entre Castilla e Indias, y juez conservador del navío de registro del marqués de Montesacro, que formaba parte del Asiento de Montesacro, y que comandaba Amaro Pargo.  Este cargo le daba autoridad sobre el comercio y la fiscalización del cacao, el papel sellado, y cualquier renta real en el área venezolana.

Descrito por contemporáneos como frío, analítico, fúnebre y de espíritu ingenioso, no era hombre de conversación frívola ni vida social. Viera y Clavijo lo retrató como un jurista con erudición sobresaliente pero de elocuencia recargada. Carecía de afectación isleña o modismos canarios. Su formación lo había pulido para insertarse en la burocracia borbónica como pieza ideal.

Gracias al respaldo de Macanaz y al prestigio adquirido en los círculos cortesanos, fue nombrado ese año como juez conservador del navío de registro del marqués de Montesacro, y alcalde visitador de la Veeduría General del Comercio entre Castilla e Indias. El objetivo explícito de su comisión era restablecer el control de la Corona sobre el comercio americano, reprimir el contrabando y vigilar la correcta aplicación de los derechos reales.

𝑳𝒂 𝑪𝒂𝒍𝒍𝒆 𝑨́𝒍𝒗𝒂𝒓𝒆𝒛 𝑨𝒃𝒓𝒆𝒖, 𝒆𝒏 𝑺𝒂𝒏𝒕𝒂 𝑪𝒓𝒖𝒛 𝒅𝒆 𝑳𝒂 𝑷𝒂𝒍𝒎𝒂

En sesión plenaria celebrada el 3 de noviembre de 1894, el Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma acordó cambiar la denominación de la antigua calle Trasera, situada en el corazón del casco urbano, para bautizarla desde entonces como calle Álvarez de Abreu. La decisión se tomó en honor a la familia Álvarez de Abreu, y en especial como reconocimiento a la figura de don Antonio José Álvarez de Abreu, hijo ilustre de la isla.

El acuerdo municipal destacó que este destacado jurista, nacido y criado en aquella misma calle, se distinguió por su profundo saber jurídico y por haber prestado relevantes servicios al Reino de España. Entre sus mayores méritos figuraba haber dado solución a las delicadas disputas surgidas entre la Santa Sede y la Corona, lo que le valió ser distinguido con el título de Marqués de las Regalías.

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Pero no era incorruptible. Y su mayor infracción no fue fiscal ni administrativa, sino personal. A pesar de conocer bien la prohibición expresa dictada por la Corona, que prohibía a los visitadores y oidores reales contraer matrimonio con hijas de gobernadores en las provincias americanas, precisamente para evitar conflictos de interés, José Álvarez de Abreu se casó en Caracas con Teresa Cecilia Bertodano y Knepper, hija del gobernador interino Alberto de Bertodano.

Teresa no era una doncella de la corte. Viuda, con varios hijos de un matrimonio anterior, había residido durante años en la isla de Margarita. Solo regresó a Caracas tras la salida del gobernador y tirano José Cañas y Merino, el mismo que en su día había otorgado patente de corso a Amaro Pargo. Fue entonces cuando coincidió con Abreu, ya instalado en la ciudad con su comisión regia.

El enlace se celebró en la catedral de Caracas en 1716. Una unión íntima, pero políticamente inconveniente, que contradecía frontalmente las leyes que el propio Abreu representaba. Lo sabía. Y sin embargo, sucumbió a los encantos de Teresa.

Fuente: Jacobo Melgar Jiménez (descendiente de Los Álvarez Abreu)