José Fernández Romero, piloto y capitán canario, ha sido históricamente subestimado, aunque su vida y carrera revelan a un navegante excepcional y visionario, incluso en el comercio interatlántico.
Nacido el 18 de abril de 1682 en La Palma, su verdadera fecha de nacimiento y la identidad de sus padres no fueron correctamente reconocidas hasta que se publicó su expediente de examen de piloto en 1712, revelando que era hijo de Santiago Fernández Romero y Escolástica Josefa González. Este error biográfico, repetido por diversos historiadores, ha dificultado la plena apreciación de su legado. Su madre, viuda, luchó para darle un futuro mejor, lo que permitió a Romero desarrollar su notable carrera en la Carrera de Indias.
Romero, personaje real en Comprar el Cielo, compartió junto con Amaro Pargo, no solo travesías y misiones comerciales, sino también una sólida amistad que los unió a lo largo de sus vidas. Ambos coincidieron en varias ocasiones antes de los eventos principales narrados en el libro, siendo compañeros y socios en algunas misiones marítimas. Esta relación de camaradería fue fundamental en las diversas expediciones que emprendieron juntos, enfrentándose ambos, tanto a enemigos comunes como a las inclemencias del mar.
La carrera de Romero en la Carrera de Indias fue ejemplar, logrando destacarse en un contexto difícil para los canarios. Las restricciones comerciales impuestas a La Palma empujaron a Romero a buscar fortuna fuera de su isla natal. El cronista Juan B. Lorenzo Rodríguez relató cómo el piloto debió emigrar debido a los impedimentos que afectaban al comercio marítimo en La Palma, con los barcos siendo despachados desde Santa Cruz de Tenerife. Esta necesidad de buscar nuevas oportunidades lo llevó a Sevilla, donde aprobó su examen de piloto con una destreza excepcional, justo en los meses posteriores al juicio del Saint Joseph en Santa Cruz de Tenerife.
En el examen, Romero demostró un dominio profundo de la navegación astronómica, utilizando instrumentos como el astrolabio y el cuadrante para determinar la posición de su navío en alta mar. Su conocimiento de las cartas náuticas y la interpretación de las estrellas lo colocaba en una élite de navegantes. Además, su habilidad para gestionar los vientos y las corrientes marinas fue clave para reducir los tiempos de viaje y asegurar el éxito en misiones tanto comerciales como militares. La maniobrabilidad del navío y su capacidad para tomar decisiones rápidas en situaciones críticas, como tormentas o enfrentamientos con piratas, fueron otras habilidades evaluadas que Romero dominaba con maestría. COPIA DEL EXAMEN REALIZADO POR JOSÉ ROMERO (AMARO PARGO: DOCUMENTOS DE UNA VIDA IV):
El proceso evaluativo de Romero incluyó conocimientos de navegación astronómica, indispensables para determinar la posición de la embarcación en alta mar utilizando instrumentos como el astrolabio o el cuadrante. Debió demostrar su habilidad en la lectura de las cartas náuticas y en la interpretación de las estrellas y otros elementos celestes, fundamentales en una época en la que la tecnología de navegación dependía casi exclusivamente de estos métodos. Asimismo, se le evaluó en la gestión de vientos y corrientes marinas, factor crucial para maximizar la velocidad del barco y reducir los tiempos de viaje entre puertos.
La maniobrabilidad del navío era otro de los aspectos esenciales de su examen. Romero tuvo que mostrar su capacidad para comandar maniobras en situaciones críticas, como tormentas o posibles enfrentamientos con otros barcos, ya que, como piloto de Amaro Pargo, también se involucraba en misiones de corso, que implicaban enfrentamientos armados con barcos enemigos, especialmente británicos y piratas.
En cuanto a la administración de la tripulación y la carga, se le exigió demostrar su competencia en la distribución de responsabilidades entre los marineros, así como en la gestión de los recursos a bordo. Esto era vital para garantizar el bienestar de la tripulación y la seguridad de la carga, tanto comercial como de guerra. Romero tenía que saber gestionar las raciones de alimentos y agua, así como los reparos y mantenimientos necesarios para evitar que el navío se viera comprometido durante largas travesías.
Finalmente, se evaluó su conocimiento de las normativas marítimas y su capacidad para responder ante contingencias legales en los puertos de destino, dado que los pilotos también debían entender las reglas de comercio y navegación que variaban entre territorios.
José Romero aprobó el examen con una notable puntuación, lo que le permitió servir como capitán de mar para la recién organizada Armada Real de la Corona, tras el Tratado de Paz de 1713.
Su vida también está marcada por la publicación de su obra Instrucción exacta y útil de las derrotas y navegación al Río de la Plata en 1730, una guía detallada de las rutas seguras y los peligros a evitar en la travesía desde Cádiz hasta el Río de la Plata. En este texto, Romero ofrecía un análisis exhaustivo de las corrientes, los bancos de arena y los vientos de la región, advirtiendo sobre los peligros de la navegación nocturna y recomendando precauciones esenciales. Como bien señaló en su obra, entre 1723 y 1727 fue testigo de la pérdida de varios navíos en el banco de Ortiz, un lugar especialmente peligroso en la región del Río de la Plata.
Uno de los aspectos más significativos de su carrera fue su implicación en el desarrollo de Buenos Aires y Montevideo, ciudades en las que jugó un papel esencial en la promoción de la emigración canaria. Romero impulsó iniciativas para aumentar la población de estas regiones y establecer relaciones comerciales entre Canarias y el Río de la Plata, vinculándose incluso con el capitán Francisco de Alzáybar en la colonización de Montevideo. Aunque su esfuerzo por establecer una ruta comercial permanente entre Canarias y Buenos Aires fue truncado por la oposición de los comerciantes andaluces, su contribución a la expansión de las colonias españolas en América del Sur fue significativa.
La amistad y cooperación entre Amaro Pargo y José Fernández Romero fue clave en diversas expediciones marítimas, incluso desde la juventud como adolescentes. Ambos se enfrentaron a peligros y desafíos, compartiendo éxitos y fracasos en una época marcada por las rivalidades navales y el comercio transatlántico.
Romero, aunque injustamente subestimado por la historia, y recuperado recientemente por las investigaciones de Don Manuel de Paz y Daniel García Pulido (ULL de Tenerife), fue uno de los pilotos más competentes de su tiempo, siendo pieza clave en el éxito de muchas de las misiones de Amaro Pargo y desempeñando un papel vital en la expansión del comercio y la navegación en el Atlántico bajo el reinado de Felipe V. Su vida y obra deben ser revalorizadas, no solo como un piloto excepcional, sino como un hombre de negocios capaz de prever el potencial comercial de las rutas que unían Canarias con el Nuevo Mundo.