El Draco es un personaje ficticio, pero perfectamente podría haber convivido con los tripulantes de Amaro Pargo, ya que era esencial contar con un médico a bordo. En los buques de guerra, la presencia de un cirujano era casi obligatoria, equipado con todas las herramientas y utensilios necesarios para tratar las heridas causadas por astillas y esquirlas tras recibir un cañonazo. Sin embargo, en muchos de los navíos de propiedad privada, que eran más numerosos, la figura del cirujano no siempre estaba disponible, y en su lugar se buscaba a alguien con conocimientos básicos en medicina que pudiera atender las heridas y enfermedades que surgieran durante la travesía.

 

En este contexto, la inclusión del Draco como médico a bordo cobra sentido, especialmente al considerar los recursos limitados de la época. Se menciona en la historia una medicina oriunda de las Islas Canarias, conocida como la “sangre de drago” o “sangre roja de draco”, un remedio natural que se usaba ya desde tiempos prehispánicos. Este líquido rojizo, extraído de la resina del drago, era altamente valorado por sus propiedades medicinales, empleándose para desinfectar y curar heridas superficiales en la piel. La resina de drago era considerada muy efectiva para la sanación, y su uso en los navíos representaba un recurso valioso y práctico para enfrentar las adversidades que los marineros enfrentaban en alta mar.